Marco van Basten es una de las figuras más emblemáticas y trágicas del fútbol mundial.
Nacido el 31 de octubre de 1964 en Utrecht, Países Bajos, el pequeño Marcel —cuyo nombre fue cambiado a Marco por su abuela, quien tenía dificultades para pronunciar su nombre original— creció en el seno de una familia profundamente atlética.
Su abuelo fue campeón mundial en levantamiento de pesas, y su padre, además de haber sido futbolista, también trabajó como entrenador en varias universidades holandesas.
Esta herencia deportiva marcó desde temprano el camino de Marco, quien a los seis años ingresó a las categorías inferiores del FC Utrecht, su club local.
Desde muy joven, Marco mostró un talento deslumbrante para el fútbol. Su relación con el balón era casi mágica; no importaba desde dónde disparara o cómo llegara la pelota a sus pies, siempre encontraba la forma de anotar.
Su ídolo, Johan Cruyff, era un referente no solo en el campo, sino también fuera de él, y el joven Marco soñaba con algún día compartir equipo con él.
Esa oportunidad llegó en el Ajax, donde debutó como suplente del propio Cruyff. Aunque tuvo que esperar pacientemente para ser titular, la experiencia de estar al lado de su ídolo lo marcó profundamente.
Tras dos años como suplente, Van Basten tomó el relevo de Cruyff en el Ajax en la temporada 1982-1983. No tardó en dejar su huella, anotando 30 goles en su primera temporada como titular y convirtiéndose en el máximo goleador de la Eredivisie.
En los años siguientes, repitió esta hazaña varias veces, acumulando títulos como tres ligas y cuatro copas holandesas con el Ajax, además de ganar cuatro Botas de Oro como máximo anotador del torneo local.
Su prolífico desempeño lo convirtió en uno de los jugadores más prometedores del fútbol europeo. Sin embargo, también empezaron a manifestarse las primeras señales de problemas físicos, con lesiones recurrentes que lo llevaron al quirófano en varias ocasiones.
Fue precisamente Johan Cruyff quien aconsejó a Van Basten dar el salto a una liga más competitiva, ya que el fútbol neerlandés comenzaba a quedarse pequeño para su talento.
Este consejo se materializó en 1987, cuando Silvio Berlusconi, entonces presidente del AC Milan, decidió ficharlo junto a otros dos destacados jugadores holandeses: Ruud Gullit y Frank Rijkaard. Así nació una de las épocas más gloriosas en la historia del Milan y del fútbol europeo en general.
En su primer año en Italia, Van Basten tuvo un impacto inmediato, ayudando al Milan a ganar la Serie A por primera vez en casi una década. Ese mismo año, lideró a la selección de los Países Bajos a conquistar la Eurocopa 1988, el primer gran título internacional para su país.
En esa competición, Van Basten brilló con cinco goles, incluido un hat-trick ante Inglaterra y un icónico tanto en la final contra la Unión Soviética, considerado uno de los mejores goles en la historia del fútbol. Este logro le valió su primer Balón de Oro.
El AC Milan, con su tridente holandés, se convirtió en un equipo temible que dominó Europa a finales de los años 80 y principios de los 90. En la temporada 1988-1989, el Milan ganó la Copa de Europa, con Van Basten marcando 10 goles, incluidos dos en la final contra el Steaua de Bucarest.
A pesar de sufrir constantes lesiones, continuó liderando al equipo hacia más títulos, ganando otra Copa de Europa en 1990 y acumulando reconocimientos individuales como su segundo y tercer Balón de Oro en 1989 y 1992, respectivamente.
Sin embargo, el desgaste físico empezó a pasar factura. Las entradas violentas de los rivales, que buscaban detenerlo a cualquier costo, y la limitada ciencia médica de la época complicaron su recuperación tras cada lesión.
A pesar de su increíble resistencia y determinación, Van Basten pasó gran parte de su carrera en hospitales y salas de rehabilitación. En 1993, una lesión en su tobillo derecho lo dejó fuera de los terrenos de juego durante meses, y finalmente, con solo 28 años, se vio obligado a retirarse.
Este prematuro adiós dejó un vacío en el fútbol mundial, ya que muchos creen que podría haber alcanzado aún mayores logros si su cuerpo hubiera resistido.
Tras su retiro como jugador, Van Basten se dedicó a la dirección técnica. Comenzó como asistente en el Ajax antes de asumir el cargo de entrenador de la selección de los Países Bajos en 2004.
Bajo su mando, Holanda clasificó para el Mundial de 2006, donde adoptaron un estilo de juego caracterizado por el control del balón y un contacto físico intenso.
Sin embargo, este enfoque también sacó a relucir el lado más oscuro de Van Basten. En los octavos de final de ese torneo, en un partido contra Portugal, se produjo el famoso “Partido de la Batalla”, el encuentro con más tarjetas en la historia de los Mundiales.
Según algunos relatos, Van Basten habría instruido a sus jugadores a neutralizar a Cristiano Ronaldo mediante entradas agresivas, lo que resultó en la lesión del joven portugués y un total de 16 tarjetas amarillas y cuatro rojas.
Tras su paso por la selección, Van Basten continuó su carrera como entrenador en varios clubes, pero sin lograr el mismo impacto que tuvo como jugador. Aunque su etapa como técnico no estuvo a la altura de sus logros en el campo, su legado como jugador sigue intacto.
Con 277 goles en 373 partidos oficiales, tres Balones de Oro y un lugar en el olimpo del fútbol, Marco van Basten es recordado como una de las grandes leyendas del deporte, a pesar de que las lesiones y el juego sucio truncaron lo que podría haber sido una carrera aún más brillante.
La historia de Marco van Basten es un recordatorio de las glorias y tragedias que acompañan a las figuras más destacadas del deporte. A pesar de las adversidades, dejó una huella imborrable en el fútbol mundial, inspirando a generaciones de jugadores y aficionados con su talento, dedicación y resiliencia.
