A pesar de ser una profesional con más de 50 años de experiencia en radio y televisión, sus últimos días estuvieron marcados por el dolor de sentirse relegada y olvidada por una industria que, según ella misma expresó, no supo valorar lo suficiente su contribución y legado.
Este sentimiento quedó reflejado en una de las últimas entrevistas que concedió antes de su muerte, cuando, con 81 años, recibió en su casa al periodista Kiko Hernández para la revista Diez Minutos.
En esa conversación, María Teresa dejó al descubierto sus emociones más profundas y el reproche más doloroso de su carrera: el sentir que las grandes cadenas la habían desechado injustamente.
La entrevista, realizada en un momento en el que su salud aún no mostraba signos evidentes de deterioro, fue un testimonio conmovedor de una mujer que se resistía a jubilarse y que buscaba con ansias una nueva oportunidad en televisión.
María Teresa creía firmemente que todavía tenía la energía y las capacidades necesarias para seguir haciendo lo que más le apasionaba.
Su amor por la comunicación y su dedicación al trabajo eran tan intensos que, incluso en sus momentos más difíciles, seguía soñando con volver a los platós.
En sus palabras, María Teresa expresó el vacío que sentía desde que dejó de trabajar en televisión.
“De la noche a la mañana que a ti te hagan lo que me hicieron a mí y de la forma que me lo hicieron, pues eso es una cosa que la tengo dentro”, confesó con evidente tristeza.
Este reproche se dirigía directamente a las grandes cadenas de televisión con las que había trabajado durante décadas, las mismas que, en sus últimos años, decidieron prescindir de sus servicios, según ella, por su edad y por no cumplir con las exigencias del rating.
Estas decisiones no solo afectaron su carrera profesional, sino también su autoestima y su estabilidad emocional.
Para María Teresa, la televisión no era solo un trabajo, era su vida.
“Yo necesito trabajar porque ese trabajo, aunque sea un poquito, llena mi vida”, expresó en la misma entrevista.
La idea de quedarse en casa, inactiva y sin un propósito claro, la angustiaba profundamente.
“No me quiero poner a llorar, pero a mí eso me está haciendo mucho daño y creo que no es justo que la única para la que no haya sitio sea yo”, declaró con un tono de frustración y tristeza que conmovió a quienes leyeron sus palabras.
Su testimonio reflejaba no solo su dolor personal, sino también una crítica implícita a una industria que, en su opinión, no valora la experiencia y el talento de las personas mayores.
En un intento por mantenerse activa y seguir conectada con su público, María Teresa decidió abrir un canal de YouTube.
Aunque este nuevo formato le permitió explorar un medio diferente y mantenerse en contacto con su audiencia, no era lo mismo que estar frente a las cámaras de televisión.
El cambio de escenario representaba un desafío para alguien que había construido su carrera en los platós y en la radio.
Sin embargo, María Teresa, con la determinación que siempre la caracterizó, se adaptó a esta nueva realidad, demostrando una vez más su capacidad para reinventarse y seguir adelante a pesar de las adversidades.
Durante la entrevista con Kiko Hernández, María Teresa también aprovechó para hacer un repaso de su carrera, recordando con orgullo sus inicios cuando tenía tan solo 15 años.
Desde entonces, había trabajado incansablemente para convertirse en una de las presentadoras más queridas y respetadas de España.
A lo largo de más de cinco décadas, había dejado una huella imborrable en la radio y la televisión, consolidándose como una pionera y una referencia en el mundo de la comunicación.
“Han sido más de 50 años dedicados a esto”, dijo con orgullo, dejando claro que su carrera no había sido solo un trabajo, sino una verdadera vocación.
A pesar de las dificultades que enfrentó en sus últimos años, María Teresa también tuvo momentos de reconocimiento y homenaje.
Poco antes de la entrevista, había recibido el Premio Andalucía de Periodismo a la Trayectoria Profesional, un galardón que celebraba su contribución al mundo de la comunicación.
Este reconocimiento fue un consuelo en medio de las dificultades, recordándole que, aunque las cadenas de televisión ya no la valoraran como antes, su legado seguía siendo importante y digno de admiración.
Sin embargo, su vida personal también atravesaba un periodo de cambios y desafíos.
Tras su ruptura con Bigote Arrocet, María Teresa había decidido no buscar una nueva relación sentimental.
Este hecho, sumado a las dificultades en su carrera, le hizo enfrentarse a una etapa de soledad y reflexión.
“Ya no pienso en iniciar una nueva relación”, confesó, dejando entrever el impacto emocional que había tenido su separación.
La sinceridad con la que María Teresa habló en esta entrevista permitió a sus seguidores conocer una faceta más vulnerable y humana de una mujer que, durante años, había sido vista como un pilar de fortaleza y profesionalismo.
Su capacidad para expresar sus emociones y compartir sus pensamientos más íntimos fue un recordatorio de que, detrás de la figura pública, había una persona con sueños, miedos y deseos.
El reproche que María Teresa expresó en esa entrevista quedó como un testimonio de los desafíos que enfrentan muchos profesionales mayores en una industria que, con frecuencia, prioriza la juventud sobre la experiencia.
Su historia sirve como un llamado de atención sobre la importancia de valorar a las personas por su talento y su contribución, independientemente de su edad.
María Teresa Campos dejó este mundo con la satisfacción de haber construido una carrera ejemplar y un legado que perdurará en la memoria de quienes la conocieron y la admiraron.
Aunque sus últimos años estuvieron marcados por desafíos y desilusiones, su vida fue un ejemplo de dedicación, pasión y resiliencia.
En cada programa, en cada entrevista y en cada palabra que compartió con su público, dejó una parte de sí misma, construyendo un legado que seguirá vivo en el corazón de sus seguidores y en la historia de la comunicación en España.
Su historia es un recordatorio de que, incluso en los momentos más difíciles, la pasión por lo que amamos puede ser una fuente inagotable de fuerza y propósito.
