El pasado mes de junio, en una tarde inmaculada y soleada en Buenos Aires, el clima se encontraba perfecto.
Con un cielo celeste, prácticamente limpio y sin rastros de nubes, los habitantes de la ciudad disfrutaban de un día espléndido, quizás hasta premonitorio del ambiente festivo que se estaba viviendo debido a la proximidad del inicio de la Copa América en Estados Unidos.
A medida que el torneo internacional se acercaba, las conversaciones en torno al fútbol y el ambiente de camaradería estaban en el aire, llenando a la gente de entusiasmo por ver a la selección argentina en acción.
Los apasionados del fútbol, sin embargo, enfrentaban un dilema: cómo equilibrar su tiempo entre sus obligaciones diarias y la emoción de ver los partidos.
Así se encontraba uno de los protagonistas de esta conversación, un actor de teatro, quien compartía cómo su pasión por el fútbol se encontraba en conflicto con su compromiso en el escenario.
Aunque su amor por el teatro es innegable y considera esta profesión como una de las más gratificantes, lamentaba perderse los momentos clave de los partidos debido a sus funciones.
En ese sentido, admitió que se ha visto obligado a ver los partidos desde su teléfono móvil, utilizando aplicaciones de streaming para mantenerse al tanto en la medida de lo posible sin perder la concentración en su trabajo.
A medida que avanzaba la charla, la conversación se dirigió hacia un tema que atrae aún más atención en los medios argentinos: el trío amoroso entre Wanda Nara, Mauro Icardi y Carolina Pardíaco. Este triángulo amoroso ha sido motivo de múltiples titulares y discusiones en la prensa, y la polémica parece lejos de desaparecer.
Con opiniones encontradas y teorías sobre los conflictos de celos entre las personalidades, el público está fascinado con cada nuevo detalle que surge.
La figura de Wanda Nara ha sido objeto de escrutinio constante debido a su relación con Icardi y las supuestas fricciones que surgen cuando su vida personal se expone en los medios.
Al hablar de ella, se desprende la percepción de que esta historia, lejos de agotarse, sigue generando un interés casi explosivo en la audiencia argentina, que parece no cansarse de sus idas y vueltas.
No obstante, el mundo del teatro continúa siendo el refugio de aquellos que, como el actor, encuentran en este arte un espacio donde pueden explorar y expresar sus emociones de una manera única.
Recordando sus inicios, el actor narró cómo empezó su camino en las artes escénicas gracias a su madre, quien un sábado de 2011 lo llevó a una clase en Córdoba, cuando él apenas tenía quince años. La clase se llevó a cabo cerca de la Plaza Colón, un lugar emblemático que recuerda con cariño.
Aquella mañana fría de julio fue el comienzo de una carrera que lo apasiona profundamente, marcada por la influencia de una joven llamada Consuelo, que lo motivó a seguir asistiendo a clases y a vincularse con otros en el ambiente artístico.
El teatro, según él, representa un espacio donde las barreras sociales se disuelven y se genera un ambiente de apertura, que permite a los actores y al público conectarse de manera genuina. Para el actor, el teatro es un lugar en el que puede ser él mismo, alejado de las tensiones sociales que se experimentan en otros contextos.
A diferencia de los eventos sociales que muchas veces están cargados de formalidades, el teatro abraza a cada persona, ofreciendo un espacio donde se pueden explorar emociones y vivencias sin juicios.
También comparó el teatro con otros entornos donde se siente cómodo, como las salidas nocturnas en las que disfruta de rondar por La Plata, ciudad donde es común ver jóvenes compartiendo charlas en plazas o degustando lomitos a altas horas de la madrugada.
La conversación giró luego hacia un tema inesperado: el arte visual. Él compartió su aprecio por el arte simple y poco recargado, mencionando que su preferencia se inclina hacia piezas que no son excesivamente ornamentadas.
Aunque no disfruta de obras rococó debido a la saturación de detalles, su amor por el arte es evidente, ya que considera cada pieza como una expresión genuina de la creatividad humana.
Como conocedor de las artes, afirmó que aprecia tanto el arte antiguo como el contemporáneo, mencionando a algunos de sus artistas favoritos, entre ellos el renacentista Leonardo Da Vinci, a quien él y sus colegas llaman “Leonardo”, como una muestra de respeto y cercanía.
La admiración por Da Vinci va más allá de la Mona Lisa, una obra que considera sobrevalorada, ya que él prefiere otras piezas menos conocidas que exploran diferentes aspectos del estilo artístico de Da Vinci.
Asimismo, mencionó a otros artistas menos populares, destacando su interés por aquellos que trabajan en el anonimato o que aún no han sido descubiertos por el gran público.
En cuanto al arte contemporáneo, compartió su aprecio por Duchamp, cuya obra encuentra fascinante por su capacidad de romper con los esquemas tradicionales y desafiar la percepción de lo que se considera arte.
Duchamp, quien es famoso por sus obras conceptuales y provocadoras, ejemplifica ese arte simple y directo que tanto admira el actor.
A lo largo de esta conversación, quedó claro que el actor es un hombre de múltiples intereses, que va desde el fútbol y el teatro hasta el arte y la vida nocturna.
Su habilidad para moverse con facilidad entre distintos temas demuestra una curiosidad insaciable y una gran capacidad para adaptarse a diferentes contextos.
La charla no solo revela sus pasiones, sino también su habilidad para conectar con las personas, ya que es capaz de abordar temas complejos con una naturalidad que hace que todos se sientan a gusto.
Esta capacidad de conexión es lo que hace del teatro un espacio tan especial para él, ya que le permite explorar diferentes facetas de la vida en un entorno de aceptación y apertura.
En conclusión, el actor muestra que, a pesar de las distracciones y controversias que se encuentran en la vida moderna, el teatro sigue siendo un espacio donde la autenticidad y la expresión personal tienen un lugar privilegiado.
Además, su vida y sus intereses reflejan la diversidad de una persona que se permite disfrutar tanto del arte clásico como del contemporáneo, del bullicio de las noches de La Plata y de las tardes tranquilas en los museos.
Su historia es un recordatorio de que, aunque la vida esté llena de compromisos y sacrificios, siempre hay espacio para las pasiones y para aquellos momentos que nos permiten conectar con otros y con nosotros mismos.
