La Manipulación Mediática: El Caso de Iker Jiménez y Horizonte
En el panorama mediático contemporáneo, pocas figuras han generado tanta controversia como Iker Jiménez, presentador de programas como Cuarto Milenio y Horizonte.
Su trayectoria se ha caracterizado por una progresiva deriva hacia narrativas cada vez más cuestionables, donde la línea entre periodismo y sensacionalismo se difumina peligrosamente.
El núcleo de la crítica se centra en la forma en que Jiménez ha utilizado sus plataformas mediáticas para difundir contenidos que van más allá de la información objetiva, adentrándose frecuentemente en el terreno de la desinformación y las teorías conspirativas.
Su programa se ha convertido en un altavoz para voces de extrema derecha, invitando a personajes cuyas ideologías resultan cuando menos polémicas.
Entre los ejemplos más significativos de esta tendencia se encuentran las entrevistas a individuos con claras conexiones con ideologías extremistas.
Igualmente problemáticas han sido las apariciones de figuras como Rubén Pulido, analista político vinculado a medios de comunicación de corte ultraderechista, o José Ema Vallejo, representante de una asociación policial caracterizada por un discurso extremista.
La estrategia de Jiménez parece consistir en dar tribuna a teorías conspirativas bajo el disfraz de investigación periodística.
Conceptos como el “plan Caler” o el “Gran Reemplazo”, teorías que sugieren la existencia de planes ocultos para sustituir a la población europea, han sido presentados en su programa sin el necesario rigor crítico.
Más grave aún resulta la reproducción de narrativas históricamente peligrosas, como los protocolos de los Sabios de Sión, una conocida teoría antisemita utilizada por los nazis para justificar la persecución de los judíos.
La manipulación de datos para vincular inmigración con delincuencia ha sido otro de los recursos frecuentemente utilizados.
Analistas como Marcelino Madrigal han denunciado públicamente cómo se tergiversan estadísticas para construir narrativas xenófobas, especialmente en episodios relacionados con la situación en ciudades como Barcelona.
Lo más preocupante es el impacto que estos contenidos pueden tener en la opinión pública.
La proliferación de bulos y medias verdades no es un fenómeno aislado, sino parte de una estrategia deliberada para generar confusión, dividir a la sociedad y erosionar la confianza en las instituciones.
En momentos de crisis, como la reciente catástrofe de la DANA, estos programas han contribuido a amplificar rumores y generar angustia entre la población.
La crítica no se limita únicamente al contenido, sino también a la metodología.
Jiménez ha demostrado una tendencia a presentar especulaciones como si fueran hechos contrastados, utilizando un lenguaje que juega constantemente con la ambigüedad y el sensacionalismo.
Su programa se ha convertido en un espacio donde lo extraordinario y lo conspirativo ocupan el lugar de la información rigurosa.
Resulta particularmente significativo que estos contenidos encuentren audiencia en un momento de creciente polarización social.
La necesidad de explicaciones simples para realidades complejas, combinada con una desconfianza generalizada hacia las instituciones, crea un terreno fértil para la propagación de narrativas alternativas por muy peregrinas que estas sean.
La responsabilidad de los medios de comunicación va más allá de la mera generación de contenido.
Implica un compromiso ético con la verdad, con el contraste de información y con el respeto a la diversidad.
Programas como Horizonte parecen haber abandonado estos principios en favor de un modelo de entretenimiento que prioriza el impacto sobre la veracidad.
No se trata de censurar, sino de exigir un periodismo responsable.
La libertad de expresión no puede convertirse en un refugio para la desinformación sistemática.
Los medios tienen la obligación de contribuir a la construcción de un espacio público informado, crítico y respetuoso.
El caso de Iker Jiménez representa un síntoma más amplio de la crisis de credibilidad que atraviesan algunos sectores mediáticos.
La búsqueda de audiencia no puede realizarse a costa de la verdad, ni alimentando los peores instintos de la sociedad.
El periodismo debe ser un instrumento de comprensión, no de división.
La sociedad actual necesita más que nunca espacios de diálogo constructivo, donde la complejidad de la realidad sea analizada con rigor, empatía y responsabilidad.
Los medios de comunicación tienen la encomienda de iluminar, no de oscurecer; de unir, no de fragmentar; de informar, no de manipular.