Joyas Perdidas de las Reinas de España: Un Viaje a Través de la Historia de la Joyería Real
La historia de la joyería de la realeza española es un fascinante tesoro de arte, tradición y memoria familiar. Cada pieza cuenta una historia única, tejiendo un intrincado tapiz de la vida de las reinas que las portaron, sus momentos más íntimos y sus conexiones dinásticas más profundas.
Las joyas de la Reina Victoria Eugenia representan un capítulo particularmente fascinante en este relato. Nacida en la casa real británica, su herencia se refleja en cada pieza de su colección. El conjunto de turquesas, originalmente un regalo de bodas de la casa real inglesa, ilustra perfectamente esta conexión. Originalmente un collar que acentuaba sus hermosos ojos azules, la pieza fue modificada repetidamente según las modas de cada época, simbolizando la adaptabilidad y elegancia de la reina.
La tiara de turquesas y diamantes, creada por la joyería Ansorena, fue una de sus piezas más emblemáticas. Utilizada frecuentemente hasta finales de los años 20, se cree que fue posteriormente desmontada para crear una nueva tiara que Victoria Eugenia usaría durante su exilio. Este detalle revela no solo el refinamiento de la reina, sino también su capacidad de reinventarse incluso en circunstancias difíciles.
Entre las joyas más extraordinarias se encuentra el brazalete de Cartier, una pieza verdaderamente única. Montado en oro con 57 turquesas de diferentes tamaños, el brazalete era habitualmente usado junto con la tiara Chaumet. Su elegancia y complejidad reflejan el gusto sofisticado de la época real.
El collar de flores de lis, probablemente perteneciente a la Reina Regente María Cristina, es otro tesoro impresionante. Decorado con flores de lis cubiertas de diamantes – el emblema de la Casa Borbón – y grandes chatones, representa la herencia dinástica y el poder simbólico de la monarquía.
Particularmente cautivador es el brazalete de conchas, considerado una de las joyas más hermosas de Victoria Eugenia. Originalmente un regalo de bodas de su madre, fue transformado por Cartier en una pieza que imita los racimos de una parra.
Las perlas de concha rosáceas, extremadamente raras en joyería y provenientes de un molusco caribeño, junto con hojas de diamantes y pequeños granos de esmalte negro, hacen de esta joya una creación verdaderamente excepcional.
Los rubíes ocupan un lugar especial en esta colección. El broche de rubíes, un regalo original del príncipe Alberto a la reina Victoria de Inglaterra en 1849, presenta un impresionante rubí de más de cuatro quilates de Birmania, rodeado de diamantes. Victoria Eugenia lo lucía frecuentemente con su tiara de rubíes, heredada de su madre.
Cada joya cuenta una historia de amor, poder, conexiones familiares y cambios históricos. El anillo de rubí, por ejemplo, era una de las joyas de uso diario de Victoria Eugenia. Compuesto por un rubí en talla cabujón rodeado de diamantes, fue heredado por su hijo, el Infante Don Jaime, quien lo regaló a su segunda esposa.
La esmeralda de Isabel II, un impresionante ejemplar de 49 quilates rodeado de brillantes, también tiene un fascinante recorrido. Pasando por varias manos reales, finalmente fue adquirida por el ex rey Eduardo VIII, Duque de Windsor, para su esposa Wallis Simpson.
Estos tesoros no son simples objetos de lujo, sino verdaderos archivos históricos en miniatura. Representan momentos personales, conexiones familiares, cambios políticos y artísticos. Cada pieza ha sobrevivido a exilios, guerras, matrimonios y transformaciones sociales, conservando su belleza y significado.
La dispersión de estas joyas a través de subastas revela otra dimensión de su historia. No son simplemente reliquias preservadas en museos, sino objetos vivos que continúan su viaje, cambiando de manos, añadiendo nuevas capas a su narrativa.
El broche de zafiro en cabujón, adquirido por Victoria Eugenia en 1933 durante su exilio, ilustra perfectamente esta idea. Un zafiro azul de 25 quilates, rodeado de diamantes, que ella usó en momentos significativos como su regreso a España tras 37 años de ausencia, para el bautizo de su bisnieto, el actual rey Felipe VI.
La joyería real española no es solo un conjunto de objetos preciosos, sino un testimonio de la resistencia, la elegancia y la continuidad de una dinastía. Cada pieza cuenta una historia de amor, poder, supervivencia y transformación, conectando el pasado con el presente a través del brillo de los diamantes, la profundidad de los rubíes y la delicadeza de las turquesas.